octubre 11, 2013

El hombre de las Melodias



Un pequeño local ubicado en el centro de la ciudad, esconde un secreto. La barbería de Don Salvador Serna del Río, disfraza de tranquila cotidianidad al hombre que nació en Michoacán un quince de julio de 1939, y lo separa sin perderlo, del compositor tenaz y al autor conocido, donde por su culpa, algunos probaron el éxito.
Martín Serna y Soledad del Río, dieron a los primeros años de hijo Salvador el amor necesario para sobrellevar la pobreza que vivió en Michoacán y que lo llevo a “bolear” calzado a una temprana edad, hasta aprender posteriormente el oficio de la barbería; “tengo cuarenta años en la barbería, de esto vivo modestamente”.
El futuro no le separaría de su primer oficio, lo trajo a Mexicali, lo llevo a la ciudad de México y regreso junto con él a recibir la camaradería de los clientes, muchos de los cuales aun no imaginan quien les corta el cabello, porque desde 1968, Salvador Serna decidió escribir y lo hizo “como si siempre lo hubiera hecho”.
Años más tarde, después de haber llegado a Mexicali en 1961, con veintidós años, el autor encontró una nueva versión de sí mismo: “empecé a escribir de treinta años, yo soy un caso especial”, y comparándose con quienes inician escribiendo versos a sus maestras, asegura que llegó al camino de la composición por el afán de aprender a cantar; “quise yo aprender a cantar mejor, entonces entre a vocalizar con una maestra y a raíz de ahí, de ese empujoncito, empecé a escribir canciones”.
Decide trasladarse a México por la necesidad de prepararse y asegura, manteniendo la postura con la que inició la entrevista: “mi interés de llegar a México era forjar una carrera, estar en el mero negocio, y gracias a eso he ido avanzando en la composición”.
La enorme ciudad le abrió las puertas lentamente. El apoyo de la Editora llego por el camino de la critica, algo que él agradece; “me dijeron de la editorial que escribía melodías, que la letra no reflejaba nada, no has vivido me dijeron”. Fue entonces cuando pasó un año escribiendo con otro autor, Eduardo solano, del que aprendió que una canción es como una carta.
“Gracias a él pude ver con claridad, cómo y de qué manera se escribe mejor la letra, lo que es el mensaje, lo que es el desarrollo del tema y como cerrarlo”. Así llegó su primer orgullo “Presagio”, que grabarían Los Muecas en 1971 y le diera un premio a nivel internacional, época en la que ya había trabajado en varias editoras en la Ciudad de México, como EMI o RCA, asegura: “estuve en México desde los treinta y siete años a los cincuenta y siete años, ahí fue mi formación dentro de la música”.
Fue en la Ciudad de México donde se casó por primera vez y tuvo a su único hijo, quien moriría a los quince años. Divorciado, contrajo matrimonio por segunda ocasión, relación que terminaría posteriormente.
Pese a los tropiezos en su vida personal, la enorme ciudad le brindo grandes satisfacciones, mas allá de conducir un taxi y conocer muchas de las historias que cuenta en sus canciones, mantuvo serias conversaciones con grandes autores; “Conocí a Martín Urieta, Antonio Herrera y a El Buki, compositores que yo admiro mucho”.
La capital le gusta por asociación, se dice “gente de bullicio”, y recuerda la ciudad extrañando la cantidad de espectáculos que esta brinda entre el cine, el teatro y las "discotecas". “Además te puedes encontrar con artistas”, dice, y sonríe exclamando sobre las luces de la ciudad mientras acomoda su camisa a la que le falta un botón, entonces, te encuentras de nuevo en una peluquería hablando con Salvador Serna sobre Lupita D’alesio: “me gustan los grandes interpretes que proyectan algo” y contradictoriamente a lo que pudiera pensarse, agrega; “me encanta oír los sones, la música que no incluye letra”, en ese momento, el hombre de las melodías abandona su postura para hablar de su mejor tema.
No mas por su culpa.
De ojos claros y cabello impecable, capaz de orillar los autos para buscar la pluma y empezar a “bosquejar algo”, ahonda de nuevo en las comparaciones, donde pese a admirar a quienes tienen la capacidad de llegar a crear hasta mil obras, comenta: “los felicito por tener esa capacidad, yo no la tengo, ni me gusta escribir mucho, sino mejor”.
Habla también sobre el sentido especial que tienen los escritores para ver las cosa de diferente manera; “en todo lo que tiene vida hay inspiración, a mi me inspira más que nada el amor, estoy enamorado de la vida”. Al parecer, fue la vida que lo iluminó en 1978, cuando escribió la canción “Por tu culpa”, misma que ha sido grabada por muchos durante veinte años.
Dicha canción, que en un principio debía ser cantada por Yolanda del Río, fue promovida por Juan Valentín, quien proyectaría su carrera y alcanzaría fama en el cine gracias al éxito del tema. Posteriormente, la balada alcanzo reconocimiento en la versión de “Los Huracanes del Norte”, llegando a ser grabada por “El Cheque Peña”, la banda “El Recodo”, “Paquita la del Barrio” y otros grupos como “Banda Zorro”.
Hasta la fecha, la canción se ha reproducido en dieciséis versiones, siendo considerada una joya de catálogo, la mejor referencia de Don Salvador Serna, el hombre que te invita la soda, que se emociona al hablar de si mismo, y que se entrega al discurso de su mejor obra; “mi canción es el centro de todo, ha sido como un milagro”.
El orgullo no le alcanzaría solo para escuchar su letra en la radio, ya que en el 2004, obedecidos por las altas ventas de “por tu culpa”, la editora lo envió a Puerto Rico a recibir un reconocimiento al lado de Martín Urieta: “fueron tres o cuatro días que se me hicieron un segundo, regresé feliz de alternar con esa gente”, comenta, recuperando su acostumbrada postura en la exploración de su propia persona.
A más de veinticinco años de vivir la culpa, la barbería resguarda el secreto más colectivo dentro de la música mexicana, pero aquí, en Mexicali que es su casa, donde se encuentra con nuevas historias y recuerda viejas anécdotas, admite su mayor preocupación; “yo tengo una especie de temor, de que un día se me acabe la facultad la escribir”, enseguida pierde la vista en algún lugar y el hombre de las melodías concluye; “porque yo vivo para escribir, siempre estoy pensando en un tema”.



maf

Semblanza, Revista Orgánica, marzo 2005