Cultura de las Repeticiones
verano del 2010
Hace poco, esperando ser entrevistada para ocupar un puesto importante
dentro de un supermercado (entrevista que no terminó bien), me encontré con una
chica que esperaba ser considerada para el puesto de cajas. Ella, algo demacrada,
me contó los últimos años de su vida en una combinación de necesidades algo
traicioneras; la necesidad de ser escuchada y la de auto-justificación.
La joven de 19 años era madre de tres hijos, los dos primeros los tuvo
consecutivamente, el tercero; es apenas un recién nacido en manos de una
extraña que lo "cuidará" a un precio accesible por algún tiempo.
Tanto ella como la niñera; no pudieron terminar la secundaria porque el destino
existe y ese destino sigue sin favorecerlas según el horóscopo.
Siendo sinceros; las generaciones nos seguimos equivocando por algo más
que una astrología desafortunada, pero no hubiera sido correcto
intercambiar semejantes argumentos con esa joven frente a mí. Yo no era la
protagonista, ni había sido empujada por la ignorancia de mi padre a vivir
lejos de casa por haberme enamorado del “cholo más chulo de mi cuadra”, con el
que hasta ese momento no había intercambiado fluidos.
Obviamente, no fue suficiente el perfecto historial académico de la
joven, ni cuidar a los hermanos menores mientras sus padres trabajaban, tampoco
sirvió el ser una adolescente ni más ni menos adolescente que cualquiera de su
edad, el padre la corrió por tener un novio feíto y mal hablado. La madre lo
solapo.
Aquel día me llevo a pensar en obviedades; ignorancia, carencia,
disfuncionalidad, derrotismo, planificación familiar, todos estos son temas
explotados en artículos que no sirven de antibiótico contra tanto déficit,
simplemente; Cómo contrarrestas una cultura de repeticiones?.
Dejar de ver este tipo de historias como algo normal sería el primer
paso. Dejar de creer que “no se nace sabiendo ser padres”, que no se es la
primera ni la ultima que se va con el novio, que no es la única que “salió
embarazada” y que vuelve a salir embarazada por que los hijos llegan al mundo
por obra de Dios ó de una calentura inocente, eso quizá empezaría a servir para
reivindicar el curso.
Las tantas “consecuencias” que andan por ahí paseando su odio por las
calles, en las escuelas o en los reformatorios, necesitan creer que hay algo
más allá del cuadro familiar. Generalizo porque los déficit mencionados no
respetan “clases sociales” y porque esa joven que empezó a parir desde los
quince años puede ser cualquiera.
Ese es el principal problema; que los hijos de menores de edad, procrean
los nietos de abuelas de treinta años en una repetida cadena triste. La cadena es triste porque en nuestro país no hay calidad de vida,
porque no hay un grupo relevante de jóvenes que se preocupen por generar
calidad de vida para las generaciones posteriores a ellos.
Tan solo frente a mi casa, a un lado de esa casa frente a la mía y antes
de llegar a la esquina, sobre la misma calle; hay tres parejas de adolescentes
criando “sorpresas que da la vida”, “regalitos de Dios”, “motivos para seguir
viviendo” y todos exigen comida y ser cambiados a tiempo de pañal.
Las familias de estos jóvenes están orgullosas de su “domingo siete”,
olvidaron que en su momento se les dio la espalda y hasta se les repudio.
Ningún sermón parecerá valido en tales circunstancias porque preferimos
favorecer los perdones que la voluntad de evaluar una decisión y evitar cometer
un error.
Raíz es una palabra que debería considerarse en su dimensión real,
porque las personas tenemos raíces en nuestras manos todo el tiempo y en vez de
aprender a reconocer que se tiene ese poder y romper estos canales, optamos por
repetir patrones recreando décadas y décadas de cultura estancada.
Por eso; mientras sigan naciendo José’s orgullosos de repetir la
historia, se seguirá culpando a los padres o al mundo antero antes de darse la
oportunidad de reflexionar, oportunidad que serviría también para pensar en las
consecuencias de tener una relación sexual sin protección.
Mientras las madres que no fueron escuchadas críen igual a sus hijos, se
seguirá ejemplificando en nuestra sociedad la disfuncionalidad y el derrotismo
consecuente que culmina en escenas de predecibles chantajes y lágrimas de
cocodrilo, porque en nuestra sociedad; las frustraciones se gritan entre
sordomudos.
Triste lo anterior, tan triste como reconocer la sordera de tus padres
siendo apenas un bebe mientras nadie te acerca la cuchara a la boca.
La educación sigue siendo esperanzadora, los psicólogos (o los maestros)
en las escuelas deberían enseñar a los jóvenes el cómo escucharse a sí mismos,
acaso; escucharse a sí mismo no ayuda a no sentirse tan solo y a comprender la
soledad de los demás?, eso serviría más que la atención que prestamos a
personajes de telenovelas ó a los amigos que también creen en personajes de telenovelas
o series extranjeras que viven una realidad alejada de la propia.
Simplemente se trata de situaciones ficticias. Las protagonistas reales
descansan en los comedores de los supermercados, guardan reproches dentro del
refrigerador y con ellos se alimentan. Tampoco es garantía que un joven tenga
padres ejemplares; pero ese padre o madre ejemplar, criando solo o con su
pareja servirá de modelo para otros.
Cuando las personas se escuchan a sí mismas, empiezan a inquietarse, a
buscar posibilidades fuera de su cotidianidad, abriéndose a oportunidades
distintas, cuando logran eso, en realidad están intentando llegar a algo y no
importa si logran llegar a donde les propuso un sueño adolescente, porque el
camino al conocimiento por si solo; ya es satisfactorio.
María Franco.