mayo 10, 2013

Cultura de las Repeticiones


verano del 2010

Hace poco, esperando ser entrevistada para ocupar un puesto importante dentro de un supermercado (entrevista que no terminó bien), me encontré con una chica que esperaba ser considerada para el puesto de cajas. Ella, algo demacrada, me contó los últimos años de su vida en una combinación de necesidades algo traicioneras; la necesidad de ser escuchada y la de auto-justificación.

La joven de 19 años era madre de tres hijos, los dos primeros los tuvo consecutivamente, el tercero; es apenas un recién nacido en manos de una extraña que lo "cuidará" a un precio accesible por algún tiempo. Tanto ella como la niñera; no pudieron terminar la secundaria porque el destino existe y ese destino sigue sin favorecerlas según el horóscopo.

Siendo sinceros; las generaciones nos seguimos equivocando por algo más que una astrología desafortunada, pero no hubiera sido correcto intercambiar semejantes argumentos con esa joven frente a mí. Yo no era la protagonista, ni había sido empujada por la ignorancia de mi padre a vivir lejos de casa por haberme enamorado del “cholo más chulo de mi cuadra”, con el que hasta ese momento no había intercambiado fluidos.

Obviamente, no fue suficiente el perfecto historial académico de la joven, ni cuidar a los hermanos menores mientras sus padres trabajaban, tampoco sirvió el ser una adolescente ni más ni menos adolescente que cualquiera de su edad, el padre la corrió por tener un novio feíto y mal hablado. La madre lo solapo.

Aquel día me llevo a pensar en obviedades; ignorancia, carencia, disfuncionalidad, derrotismo, planificación familiar, todos estos son temas explotados en artículos que no sirven de antibiótico contra tanto déficit, simplemente; Cómo contrarrestas una cultura de repeticiones?.

Dejar de ver este tipo de historias como algo normal sería el primer paso. Dejar de creer que “no se nace sabiendo ser padres”, que no se es la primera ni la ultima que se va con el novio, que no es la única que “salió embarazada” y que vuelve a salir embarazada por que los hijos llegan al mundo por obra de Dios ó de una calentura inocente, eso quizá empezaría a servir para reivindicar el curso.

Las tantas “consecuencias” que andan por ahí paseando su odio por las calles, en las escuelas o en los reformatorios, necesitan creer que hay algo más allá del cuadro familiar. Generalizo porque los déficit mencionados no respetan “clases sociales” y porque esa joven que empezó a parir desde los quince años puede ser cualquiera.

Ese es el principal problema; que los hijos de menores de edad, procrean los nietos de abuelas de treinta años en una repetida cadena triste. La cadena es triste porque en nuestro país no hay calidad de vida, porque no hay un grupo relevante de jóvenes que se preocupen por generar calidad de vida para las generaciones posteriores a ellos.

Tan solo frente a mi casa, a un lado de esa casa frente a la mía y antes de llegar a la esquina, sobre la misma calle; hay tres parejas de adolescentes criando “sorpresas que da la vida”, “regalitos de Dios”, “motivos para seguir viviendo” y todos exigen comida y ser cambiados a tiempo de pañal.

Las familias de estos jóvenes están orgullosas de su “domingo siete”, olvidaron que en su momento se les dio la espalda y hasta se les repudio. Ningún sermón parecerá valido en tales circunstancias porque preferimos favorecer los perdones que la voluntad de evaluar una decisión y evitar cometer un error.

Raíz es una palabra que debería considerarse en su dimensión real, porque las personas tenemos raíces en nuestras manos todo el tiempo y en vez de aprender a reconocer que se tiene ese poder y romper estos canales, optamos por repetir patrones recreando décadas y décadas de cultura estancada.

Por eso; mientras sigan naciendo José’s orgullosos de repetir la historia, se seguirá culpando a los padres o al mundo antero antes de darse la oportunidad de reflexionar, oportunidad que serviría también para pensar en las consecuencias de tener una relación sexual sin protección.

Mientras las madres que no fueron escuchadas críen igual a sus hijos, se seguirá ejemplificando en nuestra sociedad la disfuncionalidad y el derrotismo consecuente que culmina en escenas de predecibles chantajes y lágrimas de cocodrilo, porque en nuestra sociedad; las frustraciones se gritan entre sordomudos.

Triste lo anterior, tan triste como reconocer la sordera de tus padres siendo apenas un bebe mientras nadie te acerca la cuchara a la boca.

La educación sigue siendo esperanzadora, los psicólogos (o los maestros) en las escuelas deberían enseñar a los jóvenes el cómo escucharse a sí mismos, acaso; escucharse a sí mismo no ayuda a no sentirse tan solo y a comprender la soledad de los demás?, eso serviría más que la atención que prestamos a personajes de telenovelas ó a los amigos que también creen en personajes de telenovelas o series extranjeras que viven una realidad alejada de la propia.

Simplemente se trata de situaciones ficticias. Las protagonistas reales descansan en los comedores de los supermercados, guardan reproches dentro del refrigerador y con ellos se alimentan. Tampoco es garantía que un joven tenga padres ejemplares; pero ese padre o madre ejemplar, criando solo o con su pareja servirá de modelo para otros.

Cuando las personas se escuchan a sí mismas, empiezan a inquietarse, a buscar posibilidades fuera de su cotidianidad, abriéndose a oportunidades distintas, cuando logran eso, en realidad están intentando llegar a algo y no importa si logran llegar a donde les propuso un sueño adolescente, porque el camino al conocimiento por si solo; ya es satisfactorio.


María Franco. 

mayo 05, 2013


         Sclavos




Sujeta
                  sin sutura,
suplico
silenciosa
su sed sobrada
sepultura  socavada
                                    sismo sitiado.

Suscito serena
su saliva sañosa,
soy sórdida sombra
                                        síntesis suya.

Sesgada
su sublime soldadura
seda subversiva
sur sagrado.

Sopeso
sedentaria su semilla
soy simplificada
santiguada
suprimida
sierva subvertida.


maf.