junio 26, 2008

(de cuando me sentia muy filosofa)

DE EXISTENCIALISTAS. La existencia precede a la esencia

Si la existencia precede a la esencia o no precede, es algo difícil de observar en la realidad inmediata, puesto que no importa dicha postura en un mundo donde predominan las prioridades dentro de una sociedad que se pretende ideal. En la actualidad; ¿quién se asume existencialista?.

La base de la corriente existencial se sustenta en el pensamiento de que la existencia precede a la esencia, dando sentido a la construcción del hombre por él mismo, responsable de su vida y dueño de su futuro. En el Existencialismo puede incluirse la agudeza con la que Nietzsche se dirige al “súper hombre” o Kierkegarard habla de las “verdades personales”, hasta la contradictoria existencia de Sartre, y de este, a Simone de Beauvior.

Si bien el existencialismo se avocó a una filosofía no tan atea como se pretende y no tan libre como se asumió durante algún tiempo, es la contrariedad de su postura, de su relación con el mundo, la que desarrolló indirecta o directamente nuevas ideologías frente a las normas morales, frente a lo religioso, a lo universal.

Los años en que lo “hippie” se apoderó del mundo y las flores nacieron en algo más que jardines, muchos jóvenes a favor del amor y la paz avalaron su comportamiento basados en un existencialismo propio, si queremos decir que se trata de una versión muy particular de lo que en realidad pregonaba la corriente.

Gracias a versiones como la anterior, personajes públicos de distintas épocas se asumieron libres, y crearon el molde perfecto de quienes pretenden “existir” lejos del convencionalismo preponderante, llevado más allá el supuesto de Sartre, despertando a las “nuevas libertades”: sexo, drogas y vagabundeo.

La militancia colectiva (y porque no, personal), en contra de las guerras, de la religión y de las reglas, encontró en el pensamiento existencial la semilla ideal para su movimiento, la base o el pretexto para aquellos individuos a los que hoy no podríamos llamar inconformes, sino involucrados.

¿Qué nos hace entonces existencialistas?. Una postura atea no respondería porque no le atañe únicamente a ella, aún cuando aceptar que solo lejos de la concepción religiosa del hombre (“a imagen y semejanza de Dios”, lo cual también nos aleja de Marcel), podríamos asumir la idea principal, pieza clave y manifiesto latente dentro del existencialismo sartreriano: “La existencia precede a la esencia”.

A partir de aceptar tal concepción, el hombre llega a un punto donde se convierte en algo más que el recuento de sus experiencias, referencias o nociones, es un ser pensante, con libertad de decidir y capaz de convertirse en un nuevo molde.

“El hombre se descubre y se hace a sí mismo, sin proyecto previo”. Esto es precisamente lo que para Sartre sería la libertad, y por lo cual muchos se creyeron libres y optaron por reconstruir la imagen del hombre en sociedad, lo que para críticos y moralistas significó una falsa ideología.

El ser humano entonces, libre para decidir su manera de vivir, de definirse, de auto-declararse, existe en sí por esa libertad, pero en realidad; ¿somos lo suficientemente libres para acatar la decisión?, ¿no estamos contaminados?, ¿no somos propensos a la nada?. Las respuestas nos revelarían muchas debilidades que tendrían que anexarse a la postura existencial.

No somos ajenos, estamos conformados por mucho de ese “todo” que nos envuelve en la cotidianidad, no somos seres objetivamente solos, aunque aleguemos el amor a nuestra soledad, no podríamos convertirnos en un ser diferente, que como resultado; goce de una esencia única, pues la construcción de esta, conllevaría de antemano esa relación con el mundo.

Nuestra esencia parece ser resuelta de manera constante, en la interrelación de otros factores que nos irán construyendo conforme el tiempo pase, conforme “la esencia” se "alimente".

La realidad inmediata ya no parece tan ajena. Si la existencia precede a la esencia, entonces deberíamos empezar a definir que pretendemos ser, y en ese primer paso a la libertad; ejercer mejores decisiones, encontrar la posición en un mundo ya determinado a nuestro nacimiento, pero que idealmente no debería intervenir del todo en nuestra existencia única.

Los existencialistas contemporáneos, modernos, para muchos; civilizados, serán quizá asumidos ateos, incrédulos, amorales, libertinos y lo que resulte. Sin embargo, lejos de tan herradas percepciones, el existencialismo bien podría convertirse en una nueva actitud de cara a la realidad, en comunión con la sociedad, pero siempre dispuesta a subsistir en la idea de crearse, autodefinirse y tirar el molde que lo diseñó, porque quizá es así como se vive la libertad; existir sin pensar que se está existiendo.


m.f


(cada quien su inmadurez)